—Adelante —indicó Gino cuando escuchó que llamaban a su puerta. Esta se abrió y Bono entró a su despacho.
Gino hizo a un lado los papeles que estaba revisando a un lado para prestarle atención. Las personas a menudo creían que dirigir un taller de mecánica era solo saber de autos, pero la realidad era distinta. A medida que su negocio ganaba reconocimiento, también aumentaban las responsabilidades administrativas, incluso cuando tenía un equipo que lo ayudaba con esos asuntos.
—¿Qué sucede?
—Llegaron los pedidos que estábamos esperando.
Gino se puso de pie y se acercó a su amigo, quien le entregó una carpeta.
—¿Y cómo estás? —preguntó Bono, sin rodeos, mientras salían de la oficina.
—¿A qué viene esa pregunta?
—Simple interés.
—Estoy bien —dijo, mirándolo confundido.
—¿Estás seguro? Porque los muchachos han empezado a creer que hay problemas con el negocio. Por supuesto, les dije que eso es absurdo. La lista de clientes no hace más que crecer y la sucursal está funcionando bastante bi