—¡Aidan!—contestó ella, ruborizada ante el comentario, hecho con toda intención, pues no despegaba sus ojos de ella y su vientre.
Los ojos del hombre habían ganado en calidez y se acercó para abrazarla, tomándola por los glúteos y sentándola en su regazo de tal forma que sus pelvis quedaron unidas. Sharon percibió la dureza de su miembro, apenas a unas prendas de distancia. Excitada y sin poder evitarlo se frotó contra él como una auténtica descocada, inclinándose para devorar su boca.
Las manos de él se colaron bajo su blusa y desabrocharon su sostén, de manera que sus senos se liberaron. No tuvo más que elevar la blusa para que sus pezones estuvieran en su boca, que se volcó golosa a succionar ambas rosas alternativamente. Ella gimió y se arqueó para darle más acceso, totalmente desinhibida y olvidada de que estaban en un lugar público y a plena luz del día. Quería sentirlo, entregarse, vibrar y gozar hasta el hartazgo bajo su toque. Aidan lograba eso con ella, hacerla volar y que o