—Las mujeres que persiguen a los jugadores y se cuelan a sus vestidores y fiestas.
El echó la cabeza atrás y rio, meneando la cabeza.
—Eso tiene mucho de leyenda urbana.
—¿No los persiguen?
—Un poco ocurre. Y te aseguro que no es agradable.
—Muchos hombres matarían para estar en tu lugar—lo observó con los ojos entrecerrados.
—El sexo gratis, abundante y sin límites deja de ser bueno cuando uno comprende que es vacío o interesado.
—Eso de las llamadas <<Golden diggers>> existe.
—Sí...Lamentablemente. En fin...
—No es un deporte en el que me haya interesado antes—ella le ayudó a cambiar de tema.
—Oh, ¿y ahora sí?
La miró con su ceja elevada, en un gesto que ya conocía típico de él. Se ruborizó y él sonrió.
—Seguro que estuviste viendo alguno de los partidos en los que participé—dijo, y ella asintió—. No esperaría otra cosa.
—Es un deporte un tanto violento.
—No, no lo es. Puede derivar en problemas y pelea, pero la sangre no llega al río—bromeó.
—Vi varios de tus encontronazos con riva