AIDAN
La ceremonia estaba sellada. Los aplausos, vítores de alegría y silbidos que acompañaron el saludo de los novios se fueron apagando con lentitud. Y si el tenor del beso era indicativo de la intensidad con la que los esposos se prodigaban, Aidan pensó que su hermano Milo era afortunado.
Resopló y rodó los ojos al observar cómo envolvía a su flamante esposa en un largo abrazo para volver a besarla con pasión, uno que Regina devolvió de igual manera.
Su nueva cuñada no era tímida, eso parecía. Toda la ceremonia era de una cursilería alarmante a pesar de la intimidad que la rodeaba. Algo increíble considerando la personalidad de su hermano mayor, la que él había creído conocer bien, pero hoy aparecía transformada.
Aidan había pasado meses sin verlo y la modificación del carácter y la expresividad de su hermano mayor eran asombrosas.
¿Qué había pasado con aquel hombre tenso, CEO implacable y tiburón de los negocios, de irreductible seriedad? Parecía haberse evaporado, atrapado entre