—Tuvo un accidente en una pista de esquí. Tiene varias quebraduras. Está estable, pero tiene para varios meses de inmovilidad. Pretende seguir por su cuenta, pero ya ha sido suficiente.

Regina frunció el ceño, sentándose más erguida en la cama. Las sábanas acariciaban su piel desnuda mientras su mirada buscaba la de Milo.

—¿Qué harás?

Milo suspiró con un cansancio que parecía arrastrar años, no días. Sus ojos se clavaron en un punto distante, como si estuviera viendo más allá de la habitación.

—Está en Suiza. Kaleb irá por él en nuestro avión privado y lo traerá.

—Wooow… —Regina arqueó una ceja, sorprendida—. No sabía que tenían su propio avión.

Él sonrió con una mezcla de orgullo y ternura.

—Es que eres tan encantadoramente prescindente de mi patrimonio, hermosa, que no te ha interesado conocerlo. Y eso me fascina. Pero sí, es útil para los negocios. Y en este caso, ideal. Él vendrá a casa. No es su deseo y no son las mejores circunstancias.

Regina ladeó la cabeza. Sabía que Milo era