—Si acaso, durante estos meses mi decisión se alimentó más y más.
—Milo…—tan tonta como parecía, su boca y su mente invocaban su nombre, sin permitirle articular sus peros o levantar defensas para sostener la decisión que la había hecho dejar de verlo.
—Sé lo que ocurrió. Sé que tuviste que tolerar los insultos de Melody y de mi madre. Me avergüenza que mi sangre te haya humillado. No puedo pedirte disculpas suficientes. Quiero que sepas que nada de lo que dijo representa lo que siento por ti.
—Me causó dolor, lo reconozco—dijo en tono bajo— Sin embargo, fue un elemento más en mi decisión.
—Lo sé—le tomó la mano. Se veía contrito y nervioso—. Sé que hiciste lo que creíste correcto para no salir herida. Confieso que me enloqueció perderte.
—Yo…—Tenia que frenarlo, tenía que impedirse caer en su embrujo, no podía.
—No, Regina, deja que hable. No voy a intentar convencerte de que vuelvas a ser mi amante. Esto que siento transciende mi inicial deseo. Podría habértelo dicho antes, meses at