—¿No soy conveniente para ti, Regina? —él la abrazó por la cintura—. ¿Romperás mi corazón, otra vez?
—Es que… No sabes…
—Sé que no puedo estar sin ti—Su boca se acercó y su aliento se mezcló con el suyo—. Quiero estar contigo, Regina. Te propongo un nuevo trato.
—¿Qué trato? —dijo ella, en voz muy baja.
—Quiero que aceptes ir a una cita conmigo. Quiero vivir contigo todos los momentos que no tuvimos. Quiero mostrarle al mundo qué tú eres la mujer a quien amo. No deseo ni puedo estar con alguien que no seas tú.
¿Él había dicho te amo?
—Repítelo—ordenó.
—Te amo, Regina. Sé que es demasiado y tal vez estoy siendo un loco y tú no sientes lo mismo.
—Te amé desde el comienzo, idiota—ella alzó la voz, permitiendo que lo que sentía explotara por encima de cualquier barrera—. ¿Crees que, de no haberlo hecho, habría aceptado ser tu amante?
Milo besó y cubrió con sus labios los hipos y sollozos de liberación y alivio de ella.
—Te he extrañado tanto, amor mío. Creí que enloquecería sin ti. Vas a