MILO
Habían transcurrido dos largos y solitarios meses. Cinco desde que había tocado por última vez a Regina. Su vida se había precipitado por un largo tobogán de nostalgia y tristeza, de solitarias noches y fines de semana y no había forma de que los encuentros con sus hermanos lo mejoraran, a pesar de que se notaba que estaban inquietos por él e intentaban distraerlo. Ni siquiera era factible que otra mujer pudiera aliviar esa constante necesidad fisica que sus fantasías y sus recuerdos alimentaban.
Era Regina a quién necesitaba, no podía haber nadie más. Lejos habían quedado el orgullo y la vanidad de pensar de que podía trascenderla o de que tener sexo pudiera quitarla de su sistema. Si cabía, habían hecho que se insertara más bajo su piel. La forma en la que habían compartido sus cuerpos y su tiempo no habían hecho más que cerrar su relación puntada por puntada y acercarlos. A estas alturas, tenía bien claro que lo suyo no había sido solamente un crush, un deseo sexual, la necesi