—Claramente no, no estaría tan desgarrada. Milo no ha dicho que me ama ni que quiere volver conmigo. Simplemente me extraña, extraña la pasión que compartimos, la cama—se sonrojó al reconocerlo, pero Tina rodó los ojos.
—Tengo la mayoría de edad y no soy lerda, aunque te comportes como si estuviera en el kínder. Sé lo que es la piel entre dos personas.
—Hay mucho, mucho de eso entre nosotros—reconoció—. Pero para mí, es más. Él dice que desea verme. Sé que lo que desea es tener sexo.
—Lo estás dando poco crédito. Podría tener a cualquiera en su cama. Lo googleé. Es mega guapo y millonario.
—Lo es—su mente se perdió en la añoranza.
—Esos ramos de flores que no dejan de llegar y esas tarjetas parecen pedir más que sexo—argumentó Sharon, que había escuchado en silencio, sabedora de que no podía apurar a Regina o se cerraría de plano a hablar.
—No puedo hacerme ilusiones.
—¡Debes hacerte ilusiones! ¿Cómo vas a superar esto si no lo haces? Tienes que poner el corazón en algunas de las área