CAPITULO 38 Un sueño simple el mío.
Cuando le mostró las esposas la hizo temblar. Había leído sobre el bondage, pero jamás había pensado experimentar la sensación de estar atada al dosel de la cama mientras su amante tomaba y disfrutaba de cada centímetro de su piel. La sensación de inmovilidad, de estar constreñida, no hizo sino aumentar el placer. Esa noche él le arrancó la mayor cantidad de orgasmos que recordaba. En verdad, si juntaba las veces que este hombre la había hecho correr, superaban ampliamente toda su experiencia amorosa.
Lo que hablaba mal de estas, por lo que Regina prefería pensar que esto daba cuenta de la pasión y el deseo que Milo despertaba en ella. Nunca había sentido algo tan intenso por otro hombre. Si tuviera que elegir lo que más le gustaba de estar con él, a pesar de lo difícil que sería, pues todo era una gozada, serían su actitud dulce con ella, la certeza de la conexión entre ambos y el hecho de sentirse deseada.
Cuando él le decía lo hermosa que era, ella sentía que estaba en la cúspide.