CAPÍTULO 59. El guardaespaldas

Era como autómata. Como una de esas marionetas a las que un ser superior gobernaba y solo podía moverse sin reaccionar, sin rebelarse.

Sus pasos lo llevaron de vuelta al hotel, a aquella cama y a mirar aquel techo mientras sentía que su corazón se hacía pequeños pedazos.

Su mocosa estaba viva, pero no lo recordaba. Lo había visto a los ojos y no lo había reconocido. Y acababa de comprometerse con el hermano de Stela. ¿Qué demonios estaba pasando?

Para cualquier otro hombre, largarse de vuelta a América era la opción más inteligente, pero no para él. ¡Algo estaba pasando! ¡Algo le habían hecho! ¡Pero Lucio Hamilton no parecía la clase de hombre que…!

La verdad era que no lo sabía, no sabía nada. ¡Pero tenía que averiguarlo!

Estaba medio amodorrado y medio teniendo pesadillas cuando sintió que tocaban a su puerta.

—¿Listo para irnos? —preguntó Lennox entrando y Gabriel se sentó en la cama con expresión cansada.

—No, no puedo irme, me voy a quedar aquí —respondió Gabriel y su amigo frunc
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