En realidad, no la modifiqué como pensaba, pero si abrí las persianas de la ventana que colinda con el exterior –la cual estaba cerrada–, para que la claridad del día ilumine sus quehaceres; limpié su estante, tiré los papeles de su cesto de basura y acomodé los documentos en su escritorio.
- Buenos días, jefecito –escuché decir a una de las secretarias.
¡Estaba cerca!
¡Por fin!
Corrí hacia el ascensor que estaba a punto de cerrarse y me subí en él. Quería estar presente cuando vea cómo había limpiado su lugar de trabajo. Mi emoción fue tal que las personas dentro empezaron reír y mirarse entre sí, como intentando descifrar que era lo que estaba ocurriendo, entre ellos, el joven Henderson quien me observó desconcertado. Mr. Stevens se paró frente a las puertas y pude apreciar su varonil rostro por unos escasos segundos, antes que la entrada se cerrara para empezar a subir. Iba perdido revisando mensajes en su celular, por lo que dudo que haya logrado verme.
Dentro de poco me diría lo