Su piel de porcelana, sus ojos brillantes y su cabellera perfectamente peinada… no me cabían dudas de que era una nocturna. Pero su comportamiento me decía lo contrario. La forma en que expuso su vulnerabilidad frente a mí me dejó pensando.
— Veo que conociste a Guillermina. — se acercó a nosotros el muchacho de la parada del colectivo.
— Izán, ella es mi compañera. — le comentó muy tranquila a aquel chupasangre.
Él me volvió a mirar algo sorprendido y casi con una risita de picardía preguntó si era cierto.
— No. — le aclaré tajantemente a la vez que una segunda voz también se levantaba diciendo:
— Claro que sí. — exclamó la chica cuyo nombre era Guillermina.
Nuestras respuestas se contradijeron.
— ¡Veo que se llevan de maravillas! Bueno, las dejo porque me están llamando. Nos vemos más tarde. — se despidió al ver lo llamaban sus amigos al organizar su equipo.
— Tengo que ir a cursar, ya suéltame. — le pedí con toda la cortesía que fui capaz de acumular.
— No. — su contestación tan si