—¡Eso es imposible! Antes de que yo terminara de hablar —Carlos se levantó, furioso.
—Sé que nunca te ha caído bien Camila, pero no tienes por qué hablar de ella así.
No respondí; solo le mostré la foto que tomé la otra vez, cuando vi a Camila entrar a esa casa.
Carlos la miró, pero seguía sin creerlo:
—Una foto no demuestra nada. Pudo haber venido aquí por algún asunto especial.
Me reí de la ironía.
Él no iba a creer nada hasta que lo viera con sus propios ojos.
En ese momento llegaron los hombres de Asher, que habían estado vigilando la zona.
Dijeron que, desde que Camila entró, no la habían visto salir.
Cuando oyó su nombre, la cara de Carlos cambió por completo.
—¿Qué quieren decir con eso? ¿Que la estaban vigilando?
Me burlé:
—¿No decías que tu adorada Camila estaba en el hospital? Si de verdad vino aquí solo por algún asunto, ¿por qué te tuvo que mentir?
Carlos se molestó mucho.
Era obvio que empezaba a creerme, pero se negaba a aceptarlo.
Me pidió el teléfono:
—Devuélveme el cel