No soportaba esa presión.
Apagué la estufa y me volteé para salir.
De repente, lo escuché murmurar detrás de mí, con un tono en el que parecía burlarse de sí mismo:
—¿No estabas tan feliz con Javier? ¿Por qué volviste?
Me detuve en seco. Recordar cómo él me esperaba en la entrada de la escuela me encogió el corazón.
Al fin y al cabo, fui yo la que falló y lo hice malinterpretar.
—Para ti, Javier es tan importante que por estar con él hasta olvidaste la actividad de los niños. Te llamé y ni siquiera contestaste. Aurora, dime, ¿qué estabas haciendo con él en ese momento?
Su voz terminó cargada de reproche.
Me molesté. ¿Acaso creía que Javier y yo…?
Con lo mucho que lo había provocado sin éxito estos días, con las palabras hirientes sobre buscar a otro hombre, seguro que ahora pensaba que, al no responderle, estaba con Javier en algo indescriptible.
¡Qué malentendido tan grande!
Antes, al escucharlo dudar de mí, me enfurecía y me sentía herida. Creía que no confiaba en mí, que era celoso