Mi expresión se volvió más seria y, sin pensarlo, le di una bofetada.
Su cara se ladeó con el golpe, pero no se enojó.
—¿Ya habías visto el auto de Mateo, verdad? —lo confronté—. Lo hiciste a propósito, me abrazaste para que él nos viera y se confundiera, ¿no es así?
Javier se limpió la sangre que le asomaba en los labios.
Me miró, sonriendo:
—Sí, lo hice a propósito.
—Tú…
—Sé que debería haberte dejado ir hace tiempo, lo sé… pero no puedo. En Bahía, cuando Mateo no estaba, aunque en tu corazón y en tus ojos nunca hubo lugar para mí y solo estaban los niños, al menos entonces yo era feliz. Podíamos ser amigos, podía verte seguido, y Embi y Luki también eran muy cercanos conmigo.
Pero desde que regresamos a Ruitalia, en tu vida y en tu corazón solo existe Mateo. No lo soporto, Aurora, de verdad no lo soporto.
Retrocedí un par de pasos, mirándolo con espanto.
Yo pensaba que ya lo había superado, pero resulta que era tan obstinado como Mateo.
Mientras hablaba, el pecho de Javier subía y b