Cuando llegué a la escuela, ya no había ningún niño; los maestros estaban organizando el patio, que fue el lugar del evento.
Le pregunté al guardia y me enteré de que la actividad de padres e hijos había terminado hacía media hora.
Después del evento, los padres se habían llevado a sus hijos a casa.
Cuando escuché eso, sentí que el corazón se me desplomaba.
Ayer Embi y Luki me recordaron que no olvidara venir, incluso Mateo me lo repitió anoche.
Yo, con toda seguridad, les prometí que estaría aquí.
¿Y el resultado? ¡Nada!
Ahora seguro que los niños estarían decepcionados.
Y Mateo… él sin duda estaría furioso.
De camino, había intentado devolverle dos llamadas, pero no contestó.
Quizás en ese momento la actividad acababa de terminar y estaba ocupado recogiendo a Embi y Luki.
Con esa idea, volví a marcarle enseguida.
Tampoco respondió.
Me empecé a impacientar.
A esa hora ya debía haber recogido a los niños; incluso si estaba en el auto, debería escuchar el teléfono.
A menos que, de verda