De verdad este hombre… ni siquiera avisa cuando entra.
Mateo se volteó a mirarme y, en el instante en que sus ojos se posaron en mí, su mirada se intensificó, rebosando deseo.
Apreté la toalla contra mi cuerpo y dije sin emoción:
—No sabía que entrarías, no fue mi intención estar sin ropa. No vayas a decir otra vez que te estoy provocando.
Mateo suspiró y desvió la mirada hacia la ventana, haciendo de caballero que no parte un plato.
“Ridículo” pensé, y fui al armario a buscar el pijama.
Cuando salí del baño ya vestida, lo encontré bebiendo de mi vaso de agua.
Su manzana de Adán se movía mientras tragaba, y ese sonido grave tenía un aire extraño que me provocó pensamientos indebidos.
Recordando cómo me había rechazado últimamente, apreté los labios y borré esas imágenes de mi cabeza.
No le presté atención y me recosté en la cama a mirar el celular.
Él me miró, soltó el vaso y de la nada se acercó.
De verdad, el ambiente era normal hasta ese momento, pero en cuanto vino hacia mí, todo s