Llegué apresurada al salón privado que Samuel había reservado.
Samuel ya estaba allí, revisando el guion.
El restaurante que eligió tenía una decoración de estilo chino, y el salón estaba decorado de forma fresca y elegante.
Cuando me vio entrar, se levantó y me sonrió:
—Aurora, llegaste.
Asentí, corrí una silla y me senté. Con tono de disculpa le dije:
—Había un poco de tráfico en el camino, perdón por hacerlo esperar.
—Está bien, yo también llegué hace un momento.
Dijo esto y enseguida ordenó al camarero que comenzara a servir la comida.
Volví a observar el salón.
Era enorme, con cuadros colgados en las paredes, y en las esquinas dos macetas con orquídeas que desprendían un ligero aroma.
La mesa era cuadrada y muy grande.
Él y yo nos sentamos frente a frente, lo cual se sentía algo incómodo.
Samuel me sirvió un vaso de agua, pero tuvo que estirar mucho el brazo para colocarlo frente a mí, lo cual me hizo sentir un poco apenada.
Me apresuré a tomar el vaso y le agradecí.
Él contestó c