Me quedé impactada, mirando a Samuel sin entender.
¿De la nada qué hacía metiéndose en esto?
Además, él no era de los que se meten donde no los llaman.
Y luego me lo dejó claro, bien serio:
—Admiro mucho tu talento. Quise invitarte a cenar ayer, pero pensé que no tendrías tiempo. Hoy parece que sí estás libre, así que vamos a cenar juntos. Quiero platicar de unos detalles de “Crónica de las Flores”.
Todo cuadraba. Samuel era perfeccionista, un adicto al trabajo, tan serio que a veces era insoportable.
Si me invitaba, era por trabajo, punto.
Asentí:
—Dale, entonces platicamos de…
—¡Aurora! —de la nada, un grito me interrumpió.
Me puse molesta y volteé: Mateo me miraba con furia.
Su mirada decía clarito: “Si vas a cenar con él, te mato”.
¿Y con qué derecho? Después de cómo me trató anoche, ¿ahora quería mandar en mis pasos?
Ni que fuera su problema.
Lo ignoré y le sonreí a Samuel:
—Entonces reserva un lugar.
—Ya lo hice —dijo—. Estrella Dorada, salón privado 7.
—Perfecto. Dime la hora y