Me quedé tiesa, como si me hubiera caído un rayo, apoyada en la columna de piedra.
Esa voz no salía del teléfono ni era la de Valerie… ¡era Mateo!
Mientras tanto, Valerie seguía hablando muy seria al otro lado:
—Cómprale unas hierbas o prepara comida que nutra. Si lo combinas, seguro funciona. Según Alan, esas cosas hacen que hasta a un muerto se le pare...
Yo, para estar cómoda, había puesto el celular en altavoz sobre la mesa de piedra.
Pensaba que, estando tan lejos de la casa y en un lugar casi vacío, nadie me escucharía.
¿Quién iba a imaginar que Mateo aparecería de la nada?
Con el corazón a mil, colgué rápido y fingí normalidad, bajando la cabeza y revisando el teléfono como si nada.
Al instante, Valerie volvió a llamar. Rechacé la llamada y le mandé un mensaje: “Mateo está aquí.”
Ella respondió con un emoji sonriente, luego con uno pícaro y otro de “ánimo”.
Me quedé sin palabras.
Mientras intentaba ignorar esa mirada seria clavada en mí, él se paró justo frente a mí.
Alto, de pi