Capítulo 869
Volteé y, para mi mala suerte, me topé con Mateo. O sea, cuando por error puse el altavoz, él escuchó clarito los gritos de Alan. Me tapé la cara con la mano, hice como que no lo veía y corrí directo al pabellón del jardín.

Cuando pasé junto a él, escuché que suspiró, como burlándose. Claro, siempre igual: todo el día con su sarcasmo, echando pullas. Ya cualquiera se cansaría de aguantarlo.

Por eso, en cuanto quede embarazada del tercer niño, me largo lejos de él. No pienso seguir viviendo bajo el mismo techo con ese hombre tan amargado.

Sentí la brisa nocturna fresca, con ese olor familiar del patio que me recordaba los veranos tranquilos de antes. Y con eso, me vino a la mente el Mateo de esos días. Usaba camisetas simples y limpias, se veía bien arreglado, aunque siempre tenía una mirada medio triste.

Apoyada en una columna de piedra, miré el techo del pabellón. No sé por qué, pero desde que regresé a esta casa, los recuerdos de mi matrimonio con Mateo no me dejan en paz. Esa etapa
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