Mateo fumaba tranquilo, con una expresión seria, aunque en sus ojos había algo capaz de matar.
Yo lo ignoré y regresé al sofá con los cuatro strippers que había elegido.
Valerie, tentada, se levantó enseguida, decidida a llevarse a los otros cuatro. Pero apenas se acercó, Alan la agarró del brazo y le dijo en voz grave:
—¡Atrévete a tocar a esos strippers y verás!
Ella parpadeó y respondió: —Solo quería que me acompañaran a beber una copa, nada más.
—¡Yo bebo contigo! ¿Eso no te basta? —gritó Alan, molesto.
Valerie se puso molesta también: —No es lo mismo. ¡Son strippers del Club Platino! Una oportunidad única en la vida.
Mientras lo decía, sus ojos se desviaban hacia los abdominales de los hombres.
Alan parecía a punto de explotar de coraje, pero a ella no le dijo nada más, sino que le lanzó una mirada furiosa a Mateo.
Él exhaló un aro de humo y dijo tranquilamente:
—¿Y qué? Si no la dejas verlos, se quedará con la idea, soñará con ellos o los buscará a escondidas, y hasta p