Lo miré aturdida:
—¿Qué quieres hacer?
—Mostrarte mis abdominales.
Le eché un ojo a su camisa abierta y luego negué con la cabeza:
—Los tuyos no se ven bien… ellas dicen que los de los modelos son los más bonitos. Yo quiero ver los de un modelo.
La cara de Mateo se puso seria.
De la nada me sonrió raro:
—Está bien, te voy a complacer.
Dicho eso, fue a llenar la bañera con agua.
Yo me acerqué y le jalé la ropa:
—¿De verdad me vas a traer un stripper?
—Ajá. —gruñó él con un tono serio.
Lo observé con cuidado y, sin poder contenerme, pregunté otra vez:
—Entonces, ¿cuándo me vas a traer un modelo?
El agua caía a borbotones en la bañera.
Él volteó, apoyándose en el lavabo con una sonrisa cínica:
—Parece que antes ya pedías strippers, ¿no?
—Es que los strippers son guapos, tienen buen cuerpo.
Mateo sonrió y, con calma, se quitó la camisa.
Fue entonces cuando vi la herida sangrante en su hombro.
Claramente esa no se la había hecho yo cuando lo mordí.
Dejó la camisa en el lavabo y comenzó a ca