Lo miré con rabia:
—Suéltame, no puedo dejar que se lleve a Valerie, la va a maltratar.
—¡No lo hará! —Mateo respondió con seriedad.
Yo no le creía ni una palabra. Alan era su amigo, seguro que lo iba a encubrir.
Hice toda la fuerza que pude para apartar su mano de mi cintura, y como no pude, le mordí el hombro.
Él dejó escapar un gemido ahogado y me fulminó con los ojos llenos de furia.
—¿Quieres morderme hasta matarme?
Yo, confundida, dije que no. ¡Claro que no quería matarlo! Solo quería que me soltara.
Lo había mordido un poco y de la nada su hombro empezó a sangrar, tiñendo de rojo la camisa blanca.
Vaya…
Este hombre tenía la piel más delicada que una mujer.
Justo pensaba eso cuando se escucharon insultos y un bofetón desde la habitación.
Crucé la mirada con Mateo, y enseguida él me metió adentro, abrazándome.
Cuando entré, vi claramente la marca de una bofetada en la cara de Alan, mientras Valerie lo agarraba del cuello de la camisa y le gritaba furiosa:
—¡Eres un desgraciado, un