En ese tiempo todo era perfecto: mi familia no había caído en bancarrota, mis papás seguían vivos y mi hermano me cuidaba con cariño. Todo era cálido y feliz.
Hasta que Valerie se fue al extranjero y yo me metí con Mateo.
Con el tiempo, todo cambió.
De la nada, Valerie respiró hondo y luego me sonrió:
—Ya, ya, no pensemos más en lo que pasó. Ven, vamos a tomar.
Sí, recordar esas cosas solo servía para ponernos tristes.
Cada persona tiene que crecer, y crecer siempre cuesta.
Tal vez porque sentía que el ambiente no estaba animado, Valerie prendió el equipo de música.
De inmediato, la sala se llenó de ritmos alegres y movidos.
Ella levantó la botella y, moviéndose al compás, me gritó:
—¡Vamos, Aurora, vamos a bailar!
Me reí, agarré una botella y me acerqué a ella.
Bebió varios tragos seguidos y, mientras bailaba, gritaba:
—¡Que se largue Alan, como si yo necesitara a un hombre! ¿Y todavía sale con que no quiere casarse conmigo? Qué risa, si yo tampoco quiero casarme con él.
—Exacto, y es