—Mateo...
Cuando escuché esa voz, una oleada de furia y odio me recorrió todo el cuerpo.
Giré la cabeza y, como imaginaba, vi a Camila caminando hacia nosotros.
A su lado venían varios asistentes y unas personas con uniformes de un orfanato.
Camila llevaba de la mano a dos niños, y los demás adultos también guiaban a uno o dos cada uno.
Qué ironía.
¿Así que ahora Camila utilizaba el orfanato como parte de su imagen de mujer bondadosa?
Con razón Carlos pensaba que ella adoraba a los niños y que jamás podría hacerles daño a los míos.
Ja, qué bien sabe fingir esta mujer.
—Vaya, Aurora, también estás aquí —dijo Camila con su sonrisa impecable.
—¡Cuánto tiempo sin vernos! Ah, no, me equivoqué, ahora soy la prometida de tu hermano, pronto seré tu cuñada. Mejor debería llamarte Aurorita, como hace él.
Sonreí con sarcasmo:
—Qué memoria tan mala la tuya. ¿No nos vimos hace dos días en casa de mi hermano? Recuerdo que parecía que querías matarme. ¿Ya lo olvidaste?
Los trabajadores del orfanato,