—De verdad me equivoqué contigo. Yo pensaba que tú y Valerie harían buena pareja, pero ahora veo que no te lo mereces… —le dije con rabia.
—Sí, no me lo merezco. Pero tu hermano sí, Carlos sí. ¿Contenta? —Alan me gritó de repente, dejándome impactada.
—¿Qué tiene que ver Carlos en esto?
Alan respondió, como burlándose de sí mismo:
—¿No lo sabes? Anoche, cuando estaba conmigo en la cama, se la pasó gritando “Carlos, Carlos”.
—¿Qué?
—Sí, una y otra vez, Carlos… —de repente, le dio una patada a la mesa de las copas:
—¡Maldita sea, terminé siendo el reemplazo de otro! Mientras hacía el amor conmigo, me confundía con Carlos. ¡Si tanto le gusta, pues que se case con él!
Después de gritar, agarró la botella y siguió bebiendo con furia.
Yo lo miraba, impactada.
Al fin entendí por qué se veía tan enojado.
Lo veía beber sin parar, y aunque me dolía su forma de ahogarse en alcohol, no supe qué decir.
Nunca me hubiera imaginado que en el corazón de Valerie todavía estuviera Carlos.
Me mordí los l