—¡Carajo! —Alan gritó de repente, levantó el pie y le dio una fuerte patada a la mesa del bar.
Las botellas cayeron, haciendo un estruendo.
Le gritó a Mateo:
—¡Si te molesta el ruido, entonces vete!
Lo miré, impactada.
¿Qué le pasaba? ¿Cómo podía enojarse así de repente?
¿Y atreverse a gritarle a Mateo?
Vi entonces cómo Mateo lo miraba fijamente.
Su cara, de por sí seria, se puso como si estuviera a punto de estallar.
—A ver, grítame otra vez —le dijo con un tono espeluznante.
Alan suspiró de rabia, pero al final no volvió a gritar. Solo destapó otra botella y siguió bebiendo.
Mateo se puso de pie, acomodó con calma su chaqueta y le dijo:
—Recuerda, cuando hables de algo, que sea con tranquilidad.
Dicho esto, sin mirarme siquiera, salió de la habitación.
De inmediato quedamos solos Alan y yo.
Era el momento perfecto para preguntarle lo de Valerie.
—¿Qué pretendes con todo esto? —le dije.
Alan respondió, burlándose:
—No entiendo de qué hablas.
—Sabes perfectamente de qué hablo.
Él se re