Todo mi cuerpo temblaba, la vista se me nublaba. Algo me latía dentro de la cabeza.
En medio de todo ese caos, Mateo y yo nos miramos.
Me observaba en silencio, con los ojos llenos de tristeza y algo que parecía burla.
Era como si me dijera con la mirada: “Mira, aunque te esforzaste en quitarle el riñón a mi madre, igual no pudiste salvar a la tuya.”
No había podido salvarla
¡Incluso…!
Mamá había muerto por mi culpa. Por no descubrir antes la trampa de Camila…
¿Qué iba a hacer?
Había perdido a la persona que más amaba… ¿qué iba a hacer ahora?
Que alguien me devuelva a mi mamá.
Un escalofrío me recorrió los huesos, mezclado con miedo e impotencia que me hacían temblar de dolor.
Ya no escuchaba el ruido a mi alrededor.
La gente gritaba, corría, intentaban salvar al herido…
Carlos también me hablaba, llorando.
Pero era raro… no escuchaba nada, solo un zumbido constante en mis oídos.
¡Me estaba congelando!
¡Ese frío era insoportable!
Temblando, extendí la mano hacia Mateo, rogando que me