—Está bien.
El hombre bajó enseguida de la camioneta con una caja en las manos.
La recibí rápido y, antes de irme, confirmé otra vez:
—Esto es para la Clínica Sanitos, paciente número 377, ¿cierto?
—Sí, sí, llévelo de inmediato.
En ese momento me entró una llamada de Bruno.
—Aurora, ¿ya tienes el riñón?
—Sí, lo tengo —puse la caja con cuidado dentro del carro y me senté al volante —Acabo de recogerlo, ya voy para el hospital.
—Apúrate, tu mamá ya está anestesiada, solo falta el riñón.
—Sí!
Con el tono apurado de Bruno, sentí que el corazón se me iba a salir del pecho, pensando en que, si el riñón se dañaba, mamá no podría esperar.
Justo después me llamó mi hermano.
Puse el altavoz.
—Aurorita, Bruno me dijo que fuiste por el riñón, ¿ya lo tienes?
—Sí, ya voy para allá.
—Bien, maneja con cuidado, te espero en la entrada.
Colgué y traté de ir lo más rápido posible. Luego de un par de minutos llegué al hospital.
Desde lejos vi a mi hermano corriendo hacia mí.
Bajé del carro con la caja en