Por suerte, justo había puesto el pie en el primer escalón.
Me tambaleé un poco de veces antes de recuperar el equilibrio.
Todavía asustada, levanté la vista y vi que era mi hermano.
—¿Qué te pasa? — le dije— Saliste corriendo y casi me haces caer.
Mi hermano miró hacia donde se había ido Mateo y dijo:
—¿Cómo que salí corriendo? Yo estaba aquí parado. Fuiste tú, que estabas tan embobada pensando en tu esposo que te chocaste conmigo.
Callada, lo miré.
¿“Pensando en mi marido”? Cada vez que Carlos abre la boca se pasa.
¿Eh?
¡Espera!
Si estuvo aquí todo el tiempo… entonces lo que hice y dije con Mateo hace un momento, los abrazos, los besos… ¿lo vio y escuchó todo?
Como si me hubiera leído la mente, mi hermano se acercó, se rascó la nariz y sonrió:
—Quién diría… Mateo no es tan serio como parece. Apenas es una semana lejos de ti y mira cómo se pone. Si fuera un año, de seguro que no sobreviviría, jajajaja…
—¡Carlos! —lo miré, molesta.
Últimamente se la pasa burlándose de mi relación con M