—Lo que dije es la verdad, señorita Aurora. De verdad no conozco a esta mujer —dijo la amante con un tono que trataba de dar lástima.
—Hace un rato, en la disco, como usted dejó que estos guardaespaldas me lastimaran sin parar, no tuve otra opción más que decir lo que quería oír: que me habían pagado para seducir a su papá. Y lo de la foto de esta mujer que me mostró… también lo acepté porque tenía miedo de que me siguieran haciendo daño. Pero, en realidad, no la conozco de nada. Se lo repito: ya lo dije muchas veces, su papá y yo estamos juntos porque nos gustamos.
Cerré los ojos con fuerza. Ya no tenía sentido seguir presionando.
Esa mujer ya se había vendido. Cambió de bando justo al final.
O quizás… esto también era parte del plan de Camila.
Tal vez, ya había pensado que yo le pediría a Mateo investigar a esta mujer. Por eso, cuando la contrató, ya tenía todo preparado y ensayado.
Qué ingenua fui…
Camila seguía con su actuación, llorando como si de verdad fuera inocente.
Le agarró