Mamá estaba sentada en el sofá, con una tristeza tan grande que se le notaba en la cara.
Alguna vez fue una mujer elegante y refinada, pero ahora su piel se veía pálida y su cuerpo, desgastado.
Verla así me puso muy mal.
—Mamá, dime la verdad. En el fondo ya sabías que papá tenía otra, ¿verdad?
Mamá sonrió con amargura:
—Desde que su inversión comenzó a funcionar, empecé a notar algo raro. Pasaba días enteros sin volver, y cuando volvía, no decía ni una palabra y se echaba a dormir. Si le preguntaba algo, no me tenía nada de paciencia, solo me reprochaba y me reprochaba. Hasta que un día lo seguí... y lo vi... lo vi acostado con una muchacha.
Cuando llegó a esa parte, mamá se cubrió la cara y empezó a llorar de desesperación.
Yo temblaba de la rabia.
—¡Voy a buscarlo ya mismo!
—No, Aurorita… —mamá me agarró fuerte.
—Aunque lo enfrentes, no servirá de nada. Solo harás que nos deje aún más en vergüenza.
—¿Y qué? ¿Vamos a dejar que siga con esa aparecida? ¿Acaso ya no le importamos? ¿No