Yo también bajé.
Frente a mí había una tienda de pinchos.
Entramos y la dueña se nos quedó viendo.
Pensé que era porque Javier era muy guapo.
Pero resultó que nos conocía.
—¡Ay! ¿No son Javier y Aurora?
Miré a Javier, completamente sorprendida.
Él le sonrió a la señora y asintió, luego me tomó de la mano y entramos más al fondo.
No pude contener mi sorpresa y le pregunté:
—¿Qué pasa? ¿Cómo es que nos conoce?
—Porque en ese entonces veníamos mucho aquí a comer. Tu comida favorita era el pincho de chorizo.
Lo dijo en voz baja, mientras miraba alrededor y murmuraba:
—No puedo creer que este sitio todavía exista, aunque… ya no es como antes.
Intrigada, me quedé observando el lugar, pero no me resultaba familiar.
Tal como decía Javier, mi comida favorita era el pincho de chorizo.
Así que no tuvimos que pedir nada. La señora sabía qué traernos: un pincho de chorizo y una empanada ranchera.
—Aurora, a ti te gusta el cilantro, te puse un poco más. Anda, come —dijo con una sonrisa amable.
Le so