Mateo no alcanzó a terminar de hablar.
Camila de repente se llevó la mano al pecho y, con cara de dolor, se agachó lentamente.
Mateo se preocupó al instante y me soltó de inmediato, caminando hacia ella:
—¿Qué pasa?
—Mateo, me duele mucho... el pecho, la cintura… me duele tanto… —Camila se colgó de su brazo mientras lloraba, y parecía estar sufriendo muchísimo.
—¿Me voy a morir, Mateo...? ¿Me voy a morir, en serio?
—¡No digas bobadas!
Mateo se tensó, y sin decir nada más, la levantó en brazos y corrió a urgencias.
Me quedé parada mirando su espalda llena de preocupación, con los ojos húmedos.
Ahí estaba… al final, lo que más le importaba seguía siendo su primer amor.
Inhalé profundo, contuve las lágrimas, y con la orden médica en mano, fui a hacerme los análisis.
Después de la toma de sangre, me dirigí al área de ecografías.
Cuando el aparato empezó a deslizarse por mi vientre, mi corazón latía con fuerza, estaba nerviosa.
Pasó un rato hasta que salió el resultado.
En el informe decía: