Me quedé en blanco un segundo y de repente me acordé de que todavía no le regresaba la llamada a Mateo. Saqué el celular rápido, pero el número que aparecía no era el de él, sino uno desconocido y con clave del extranjero. Lo primero que pensé fue que era Waylon.
¿A poco andaba aburrido allá afuera y decidió venir otra vez a darnos lata a Mateo y a mí?
Con todo lo que Javier ya nos había hecho pasar, Mateo y yo no aguantábamos ni un susto más. No contesté.
Pero al ratito volvieron a marcar del mismo número. Insistían tanto que parecía que no iban a dejar de marcar hasta que les contestara. Me molesté un poco y, al final, deslicé el dedo para contestar. Pero en cuanto entró la llamada, no se escuchó nada del otro lado. Cuando ya iba a colgar pensando que se habían equivocado, escuché una voz por el teléfono; y no era Waylon, sino... Jeison.
—Aurora... —dijo él.
La risa de Jeison siempre sonaba muy siniestra, casi diabólica. Desde que vi con mis propios ojos cómo mandó que le cortaran l