Capítulo 1608
¡Mentira! Me seguía mintiendo. Esa herida ya estaba abierta desde antes, si no fuera así, no se hubiera metido directo al baño apenas regresamos. Aunque estaba sangrando, me llevó a pasear por el mercado nocturno un buen rato solo para que yo estuviera feliz. En serio... qué tonto. No podía creer desde cuándo Mateo, ese hombre tan dominante y autoritario, se había vuelto tan tonto. Las lágrimas me traicionaron y empezaron a caer; le reclamé con coraje:

—Si no me daba cuenta, ¿ibas a dormirte esta noche con esa bata negra puesta? ¿Aunque se te secara la sangre, tampoco ibas a decírmelo?

Mateo sonrió y me dijo:

—Tonta, con una herida así, no es como que se me fuera a acabar toda la sangre.

—¡Pero duele! ¡Y a mí también me duele verte así! —le grité—. El médico dijo que perdiste mucha sangre y que tenías que cuidarte bien. ¡Mira nada más! La herida se volvió a abrir y sangraste muchísimo otra vez. ¿Acaso no te importa tu salud? Mateo, de verdad... me siento muy mal, estoy muy angustiada.

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