Entré corriendo apenas escuché el ruido y en ese instante Mateo levantó la cabeza para mirarme. Esa mirada penetrante me estremeció; reaccioné de inmediato y quise voltearme para huir, pero un segundo después Mateo me abrazó muy fuerte por detrás. Su voz, ronca y llena de rabia y un poco de tristeza, sonó detrás de mí:
—Aurora, ¿cuánto tiempo más piensas esconderte de mí?
Claro… él había sacado a Alan a propósito y también había fingido caerse de la cama, todo para obligarme a aparecer. Yo lo sabía, él también sabía que yo estaba cerca y seguro ya había adivinado ayer que esa comida tan fea la había preparado yo. A este hombre no se le podía ocultar nada.
Mateo me apretaba con tanta fuerza que parecía tener miedo de que me escapara otra vez. Apoyó la frente en mi cuello y murmuró con dificultad:
—Sabía que me estaban mintiendo… todos me estaban mintiendo. ¿Cómo te ibas a ir con Javier y dejarme así? Aurora, te extrañé… te extrañé tanto…
Al principio su tono mostraba rabia que apenas co