Camila de verdad sabía cómo fingir; esos sollozos tan dramáticos sonaban tan creíbles que cualquiera casi podía compadecerla.
En ese momento varias personas empezaron a encender a la multitud:
—Llamen a la policía, rápido. Camila tiene pruebas, hay que llamar ya y arrestar a Carlos.
—Sí, eso, y también a Aurora. Tratar así a Camila ya es un delito. Rápido, que se los lleven a los dos.
—Pobre Camila, terminar así por culpa de Carlos y Aurora. Qué abuso tan indignante… la gente que rompe la ley tiene que recibir un castigo ejemplar.
Seguí esas voces con la mirada, buscando de dónde venían, y de repente esas caras me resultaron conocidas. Ahí me acordé: eran competidores de Mateo en el mundo de los negocios.
Así que era eso: como habían visto a Mateo defendiéndome, estaban armando escándalo a propósito para acorralar a Carlos y a mí y obligar a Mateo a intervenir… y de paso arrastrarlo también a él al problema, ¿no?
Mateo los miró fijamente; estaba a punto de ir hacia ellos cuando lo tomé