—De todos modos, no tiene sentido negociar con alguien tan repugnante y avaricioso como él —dijo Camila.
—Aunque intentáramos llegar a un acuerdo, terminaría pidiéndote todas tus propiedades, y aun así seguiría usando mis debilidades para obligarme a obedecer. Sería perderlo todo, y quedaríamos bajo su control.
—Entonces, ¿qué hacemos? —Carlos sonaba perdido.
Camila guardó silencio unos segundos antes de responder:
—No te preocupes. Ya que tú sabes la verdad, yo tampoco tengo por qué seguir temiendo. Déjamelo a mí. Él me ha lastimado una y otra vez. Esta vez… no voy a soportarlo más.
La voz de Carlos se volvió más inquieta:
—¿Qué piensas hacer?
Camila pareció muy seria de repente:
—Si queremos eliminar la amenaza de raíz… solo queda hacer que desaparezca para siempre de este mundo.
Abrí los ojos de par en par.
Eso era justo lo que yo estaba esperando.
Quizá Camila no tuviera en serio intención de matar a Bruno, pero, para tranquilizar a Carlos, definitivamente tenía que decir algo así.