—Entonces regresamos directo a casa. —¿Quieres que Javier te revise? —dijo mi padre, preocupado.
Me pareció bien, así que asentí.
Cuando volvimos a la casa, solo Javier estaba allí.
Estaba sentado frente a la mesa del comedor, mirando las bandejas de comida sin tocarlas, perdido en sus pensamientos.
Mi padre y yo entramos, y pasaron varios segundos antes de que reaccionara. Se levantó enseguida y vino hacia mí.
—Aurora, ya volviste —dijo con una sonrisa forzada.
Le devolví la sonrisa y asentí.
Me miró un instante el abdomen, luego me tomó de la mano y me llevó hacia la mesa.
Mi padre se sentó a su lado y, nervioso, dijo:
—Revísala, Javier, mírala cómo está. Tiene la cara pálida y hace un momento se sintió mal del estómago. Me preocupa que sea una intoxicación.
Javier me miró con atención.
Tal vez fue impresión mía, pero noté que se tensaba y que algo le chocaba por dentro.
Extendió una mano, palpó suavemente la zona de mi estómago y después apoyó la palma sobre mi vientre.
Me quedé inm