—Ella no los ha abandonado —intentó mediar Carlos.
—Si ustedes quieren, también pueden ir a vivir con su mami.
—¡No quiero! —gritó Luki, mirándolo con rabia—. ¡No quiero ningún padrastro, solo quiero a mi papi!
Carlos suspiró:
—Niño, tú...
—¡Cállate! ¡Tú tampoco tienes derecho a hablar! —le gritó Luki, con su cara redonda llena de odio y una seriedad impropia de su edad.
Me quedé paralizada mirando al niño. Ese pequeño, que siempre había sido tan dulce y atento, me rompía el alma.
Le limpié las lágrimas de la cara y le dije, adolorida:
—No seas así, Luki. Ve con papi, por favor.
—¿Y tú? —preguntó de repente, con una calma que me asustó—. ¿No ibas a volver con nosotros? ¿De verdad querías estar con Javier?
—Yo... —no me atreví a mirarlo y respondí con dificultad—. Tú ve con papi primero.
—Entiendo. —Luki se secó las lágrimas de golpe y me dijo— Desde hoy ya no eres nuestra mami. Solo tenemos a papi.
—¡Luki! —Mateo alzó la voz—. No le hables así a tu mami. Cuando ella los tuvo, fue muy p