—Luki... —Le acaricié la cabeza y le dije en voz baja:
—Ve con papi a casa primero, de verdad tengo cosas que hacer.
—Ay, Aurora, ¿por qué engañas a los niños? —se rio Camila enseguida.
—Ya estás divorciada de Mateo, vas a estar con mi hermano, así que deberías explicárselo a los niños cuanto antes.
—¡Mentirosa! ¡Eres una mala mujer! ¡Mi mami y papi no se van a divorciar! ¡Mami ama más que nada a mi papi! —gritó Luki, con la cara roja de rabia, mientras la miraba con furia.
—¡Bruja, no digas tonterías!
Camila no se enojó; se cubrió la boca y, con una sonrisa fingida, dijo:
—Te equivocas, pequeño, tu mami ahora ama más a Javier. Mira la cruz que él lleva en el pecho; tu mami subió ayer a la montaña solo para comprársela a él.
Apenas dijo eso, Mateo miró el pecho de Javier.
Su cara siguió tranquila, pero en sus ojos oscuros vi una emoción que no supe interpretar.
Esa mirada tenía algo de odio... y algo de ironía amarga.
—Mami... —Luki jaló mi brazo; sus ojitos estaban llenos de lágrimas.