Asentí despacio.
—Él ya sospecha que lo que siento por él no es de verdad. Si ahora me quedo a vivir contigo, va a pensar que lo hago para no estar a solas con él. Pero… también quiero compartir más tiempo contigo, y no quiero que Javier se enoje. ¿Qué tendría que hacer?
—Bah, eso no es nada —dijo Carlos, y me dio una palmada en el hombro.
—Déjamelo a mí. Le voy a decir que fui yo el que insistió en tenerte aquí, que quiero que pasemos más tiempo juntos como hermanos. Si se molesta, que venga también; hay cuartos de sobra.
—Sí, sí —respondí, sonriendo.
—Dile eso y seguro no se va a enojar.
Carlos terminó de hacer los panqueques y la sopa.
Subí para llamar a Javier y a Camila a cenar, pero cuando llegué al pasillo, escuché sus voces dentro del cuarto.
Caminé de puntillas. La puerta estaba entreabierta, así que, aunque hablaban en voz baja, los pude oír claro.
—Anoche fuiste a ver a Mateo, ¿verdad? —preguntó Javier con un tono tranquilo pero cortante—. Pero no lo hiciste solo por mí, ¿o