Disimuladamente, apreté los puños, con una sonrisa amarga.
Claro, Javier podía decir lo que fuera, que ya no iba a meterse por su hermana… pero, en el fondo, seguía cediendo a todo lo que Camila le pedía.
Aun así, para mi sorpresa, Camila no aceptó su propuesta.
—A finales de enero, esa boda se va a celebrar como estaba planeado —dijo, firme.
—No solo voy a casarme, también voy a conseguir a Mateo.
Me burlé en silencio. Qué grande era su ambición.
Quería quedarse con Mateo, sí; pero eso implicaba que Mateo quisiera, mínimo, verla.
Con lo mucho que la despreciaba, ni cuenta se daba de lo ridícula que sonaba.
Aun así, su insistencia en celebrar la boda solo podía significar una cosa: estaba planeando algo contra mí para ese día.
Y eso me convenía.
Porque si ella pensaba arruinarme durante su boda… yo pensaba destruirla a ella.
Ese día iba a pagar por todo: por mi madre, por la madre de Mateo, por Valerie...
Todos los agravios iban a volver con creces.
Mientras esos pensamientos hervían e