Pero frente a mí, él siempre sonreía.
Y ahora...
A veces me preguntaba si mi decisión había sido correcta o un error.
Lo único que me consolaba era que Alan había sido rescatado sin problemas y que Mateo seguía a salvo.
Pero... ¿cuándo sanarían las heridas de su corazón?
Mientras pensaba en eso, un golpeteo repentino sonó en la puerta.
Me quedé inmóvil, sin responder.
Eran las tres de la madrugada. ¿Javier aún no dormía?
El sonido se detuvo unos segundos después, y su voz, grave, se escuchó desde afuera:
—Aurora, ¿estás despierta? Vi que aún tienes la luz encendida.
Apreté los labios y, acomodando la bata, fui a abrir.
Cuando abrí la puerta, Javier estaba allí, vestido de negro.
Llevaba la misma ropa que durante el día; eso quería decir que no había dormido nada.
—¿No has dormido? —pregunté.
Javier dijo:
—No pude.
Su mirada se fijó en mí con una intensidad que me incomodó; era una mezcla de emociones fuerte, difícil de explicar.
Mi corazón se tensó.
—Tuve una pesadilla —murmuré.
—Me de