¿Qué cuándo pensaba hacerlo?
Obviamente, mientras más pudiera retrasarlo, mejor.
Después de todo, si me divorciaba oficialmente de Mateo, ya no tendría excusas para seguir rechazando las insinuaciones de Javier.
Pensé un momento antes de responder en voz baja:
—Voy a esperar a que abran las oficinas del registro civil... además, no sé si Mateo quiera en serio firmar el divorcio.
Javier me miró con una sonrisa misteriosa; su mirada era penetrante.
—Si tú se lo pides, lo hará. No es alguien que se aferre a la fuerza.
—…De acuerdo —murmuré, ocultando la tristeza que me nublaba la vista.
—Descansa un poco, voy a salir un momento —dijo Javier, me pasó la mano por la frente y caminó hacia la puerta.
Pero, antes de salir, se detuvo.
Sin voltear, se rio un poco.
—A veces… pienso que el destino se burla cruelmente de nosotros.
Quedé intrigada, desconcertada.
—¿Qué significa eso?
Javier volteó un poco y me dedicó una sonrisa vacía.
—Nada. Descansa.
Y se fue.
Me quedé pensativa. Algo en su tono m