Carlos me miró, con incredulidad, y su voz temblaba de emoción.
—Aurora, ¿estás… estás hablando en serio?
Asentí rápido, fingiendo tristeza.
—En este mundo, tú solo me tienes a mí, y yo solo te tengo a ti como hermano. He odiado tanto tiempo… Estoy cansada, Carlos, y también muy triste. Si tú amas a Camila, entonces ámala. Yo no quiero seguir odiando. Además, ahora estoy con Javier. Tarde o temprano debo dejar atrás el rencor y aceptar a Camila.
A Carlos se le aguaron los ojos, y estaba tan conmovido que ni siquiera pensó en dudar de mis palabras. Me abrazó fuerte y murmuró, con la emoción en la voz:
—Aurora, fui yo quien te falló. No odies más, por favor. Aprende a quererte, a ser feliz. No pido nada más, solo quiero verte bien, verte feliz.
Lo aparté con delicadeza y limpié las lágrimas de mis mejillas.
—Sí… los dos tenemos que ser felices.
Hice una pausa, fingiendo preocupación, y añadí, con voz suave:
—Por el bien de todos, estoy dispuesta a dejar atrás el odio. Pero tú sabes que C