—Tienes una imaginación increíble, ¿no? —Mateo me miró, resignado.
—Se nota que eres guionista.
En ese momento, Mateo tenía esa sonrisa tranquila, tan tierna que me daban ganas de morderlo.
Dios, cómo me gustaba verlo así.
Sin pensarlo mucho, lo abracé del cuello y me paré de puntillas para besarlo.
Todo su cuerpo se estremeció, pero enseguida acercó una mano a mi cabeza y me besó más intenso.
***
Desde ese susto con Embi...
Mateo, Luki y yo nunca la volvimos a dejar sola.
Por las noches dormíamos los cuatro juntos.
Las dos primeras noches, Embi seguía teniendo pesadillas y despertaba llorando, aterrorizada. Pero poco a poco, con papá, mamá y su hermano a su lado, empezó a mejorar.
En esos días, Mateo tampoco salió de casa. Se quedó con nosotros y trabajó desde ahí por videollamada.
Y cuando había algo importante, les pedía a los asistentes que llevaran los documentos a la casa para revisarlos en persona.
Aun así, sabía que eso no podía durar. El asunto de Waylon tenía que resolverse